CAPÍTULO VII: Participación democrática y cooperativismo
Por muchas razones, el movimiento cooperativo es un fenómeno social revolucionario. Plantea principios inéditos para las actividades económicas: la pretensión del lucro es reemplazado por el de satisfacer la necesidad de la mayoría desestimando poder en el seno de la sociedad a través del aumento del capital.
Estos principios cooperativos expresan conceptos parecidos a los del movimiento obrero con la diferencia que los principios cooperativos pueden ser aplicados rápidamente.
Muchos sostienen que la democracia representa sólo una forma de tomar decisiones. También afirman que la democracia es un concepto aplicable sólo a la política y que no tiene vinculación alguna con los procedimientos de la producción o de las actividades económicas.
Pero existe otra forma de considerar la democracia: si el principio democrático fundamental es la igualdad de todos los hombres es necesario que esa igualdad se encuentre en todos los aspectos de la vida social.
Este enfoque considera entonces que el desarrollo de una sociedad es inseparable al desarrollo de cada uno de sus miembros. En ese sentido el sistema cooperativo es el principal motor para hacer desaparecer las desigualdades económicas, sociales y culturales.
La descentralización del poder económico puede llevarse a cabo si se da la posibilidad a las empresas de propiedad de los movimientos populares de acrecentar su participación en el producto nacional. Y aquí es donde el movimiento cooperativo tiene un papel importante en la implementación de una política económica destinada a aumentar la productividad e impedir la concentración del poder económico.
El papel de las cooperativas es importante no sólo en la protección del consumidor. Además puede ser un factor decisivo hacia un porvenir caracterizado por la participación democrática. Será necesario hallar nuevos modos de estimular la toma de conciencia de sus miembros y de revitalizar sus actividades.
Desde el punto de vista económico, el sistema cooperativo se propone obtener la mayor cantad de bienes al menor costo social posible. Desde el punto de vista educativo, su finalidad es formar hombres capaces de actuar solidariamente en beneficio de todos dentro de un marco de libertad individual.
Los resultados obtenidos por las asociaciones cooperativas se identifican con el progreso social verdadero, que sólo es posible cuando el desarrollo económico va unido con el avance de la libertad y con el ennoblecimiento de la condición humana.
Lo que en el Socialismo se concibe como sociedad libre es la asociación voluntaria de los hombres sobre la base de la posesión común o colectiva de la riqueza. Así la igualdad queda establecida por la abolición de la propiedad individual. Ello implica posesión de todos los medios de producir, organizados para la producción, el cambio y el consumo por medio de asociaciones federadas. Pero esas asociaciones de voluntades deben ser guiadas por técnicos en la materia o aquéllos que demuestren mayor contracción y posean espíritu de entrega hacia el bien común.
Los caminos a tomar deben ser conocidos por la población con la anticipación necesaria, discutidas, debatidas, y aprobadas en asamblea con la intervención de los hombres que tienen la dirección y el trabajo inmediato y, desde luego, a la luz de un programa que sea el vínculo de unión para una esfuerzo para el momento dado, que permita afrontarlo en común, levantando una sola bandera.
Las Instituciones Cooperativas de cualquier tipo son la demostración de la tarea que son capaces de realizar sus socios, a favor de todos. Es evidente entonces que el hombre puede realizar acciones que demuestran su capacidad para la cooperación, que es la forma precisa de trabajar a favor de sí mismo.
Será necesario, entonces, romper con todas las normas que han viciado el razonamiento, dejando de lado la consigna de luchar por la vida, propia de animales inferiores como si al venir al mundo no tuviéramos ya el supremo derecho de vivir sin tener que luchar contra nadie.
Aquí se debe hacer la salvedad de que no venimos a luchar, pero sí a trabajar, porque el trabajo es el esfuerzo útil que engendra solidaridad mientras la lucha es acción que presupone hostilidad, división, pelea.
La cooperación es, por la tanto, la unión para hacer. Los hombres aptos para la cooperación no piden privilegios ni se imponen por la fuerza numérica. Se unen porque tienen la firma convicción de que la capacidad de acción que posee cada individuo con espíritu de cooperación, se multiplica al unirse con otro individuo capaz de sumar su esfuerzo en un propósito común. La unión en la acción, base del cooperativismo, es la única que no anula al individuo, porque lo deja en libertad de sus posibilidades creadoras.
No puede haber mayor aberración, con respecto a lo humanamente justo, que la situación del trabajador en la sociedad capitalista, en la que un solo individuo obtiene para sí tanta utilidad como la que pueden percibir varias personas en igual tiempo, dedicadas a producir lo que él negocia. Este aspecto inmoral de la economía capitalista es corregido por la forma en que actúan los individuos y el uso estrictamente lógico que se le ha dado al capital en el régimen cooperativo.
No obstante, todavía el movimiento cooperativo no ha alcanzado su plenitud, porque esta práctica justa de la distribución está circunscripta a reducidos núcleos. Los resultados del trabajo cooperativo son repartidos en forma equitativa entre los que producen, pero ese núcleo permanece aislado del consumidor y debe vender su producción a sociedades o personas no organizadas cooperativamente.
El sentido moral de la cooperación radica en la educación que el cooperativista va alcanzando, educación que le permite saber que, por mucho que posea el individuo no podrá ser feliz mientras haya otros individuos que padezcan miserias o sufrimientos provenientes de la injusticia social.
“Donde hay una necesidad, existe un derecho”. (Eva Perón).
No hay moral de cooperación sino se sigue la trayectoria y el destino de los bienes producidos o reunidos cooperativamente hasta sus últimas instancias. Un producto realizado especulativamente, imponiéndolo al consumidor sin una necesidad cierta no puede ser reivindicado como de cooperación, aunque en posteriores etapas sea distribuido corporativamente.
Cumplida, en cambio, la elaboración con responsabilidad cooperativa se deben programar las etapas de distribución en un proceso integral.
Este proceso integral consiste en:
Elección del artículo o del servicio que se necesita de acuerdo a la urgencia, comparándolo con otras necesidades y la posibilidad de fabricación del artículo o prestación del servicio. Esta elección debe partir de los propios consumidores o usuarios.
Realización con obreros organizados cooperativamente y con clara conciencia de que el producto o servicio que se ofrece debe ser realizado con honradez y lealtad, pues los realizadores serán a su vez consumidores o usuarios.
Distribución cooperativa, de acuerdo con las reales necesidades del consumidor.
Al determinar los consumidores la conveniencia y oportunidad de fabricar los productos que ellos mismos habrán de consumir, se va regulando la producción sobre bases sociales que destierran la especulación.
No desdeñemos por pequeña que sea, ninguna de nuestras posibles actitudes constructivas. Si realmente queremos un mundo mejor, debemos actuar constantemente con firmeza, tenacidad y fervor en dirección a un preciso sentido de cooperación humana, afirmando en cada uno de nuestras actitudes la meta de una nueva realidad social.
Reinaldo José Enríquez Bavio
Reinaldojosenriquezbavio.blogspot.com
rjenriquez1@yahoo.com.ar
Eltabanoguarimbero.
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